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Los libros también ruedan

Montar en bicicleta es una de las cosas más simples pero reconfortantes que hay en la vida, nos hace sentir libres, llenos de energía y además nos mantiene saludables, una actividad que aprendimos en la infancia y que muchos hemos adoptado como un estilo de vida. Subirse a la bicicleta va más allá de simplemente andar en dos ruedas, eso fue lo que comprendió Javier Mendoza, quien hace unos meses creó el colectivo de ciclistas Cicloreaders, que mezcla el amor por la literatura y la libertad de rodar.

La idea de este colectivo nació de los miembros de Laguna Libros, una editorial independiente que encontró una conexión entre el ciclismo urbano y los libros que publican, que hablan de la realidad bogotana desde diferentes perspectivas y se desarrollan en diferentes épocas.

Muchos necesitan dinero para ser felices, otros amor, comida, sexo, pero los Cicloreaders sólo necesitan un libro y una bicicleta. Hay otro elemento que une a estas personas y es su amor por la ciudad, es por eso que cada mes seleccionan obras que se sitúan en escenarios emblemáticos de la capital. A estos ciclolectores les encanta recorrer esos lugares que marcaron en algún momento la vida de los personajes de sus libros.

Esta iniciativa permite vivir la ciudad de otra manera, a través de novelas fantásticas, trágicas, alegres, crueles, amargas y toda una gama de historias que han logrado conmover a los integrantes de este colectivo, que cada día se hace más grande. Es emocionante sentir la literatura de esta manera porque se reviven las situaciones, a veces se enamoran de los personajes, otras los odian, también se apiadan de ellos, se ríen o lloran con sus vivencias independientemente de que sean reales o irreales.

Cicloreaders está conformada por personas que aman las nuevas formas de sentir el arte, que les gusta estar en un íntimo contacto con sus autores, disfrutan desnudando las historias página por página, acompañados a veces de una taza de café, un jugo de naranja o simplemente una botella de agua.

Pero a los Cicloreaders no sólo les gusta leer, también escriben y de vez en cuando comparten la visión que tienen sobre la ciudad, con historias fantásticas, otras un poco más reales, pero siempre girando en torno a la ciudad en la que felices ruedan, leen y viven.

Al inicio muchas personas fueron muy escépticas porque no concebían la idea de leer y pedalear al mismo tiempo, pero luego se fueron enamorando de este hábito y actualmente ya hay decenas de fieles seguidores.

Muchos autores han rodado con los Cicloreaders, cada uno con una visión distinta de la ciudad, como Andrés Ospina y su novela Chapinero, que logró hacerlos viajar en el tiempo, devolviéndose a esa Bogotá de antaño que los lectores más viejos recordaban con nostalgia, lograron conectarse con el libro y reflexionaron sobre cómo el paso del tiempo le ha cambiado la cara a la ciudad, algunos afirmaron que existen algunos lugares de los que ya no queda mucho. Este tipo de espacios ha permitido la crítica, a veces la controversia y el diálogo, pero siempre desde el respeto.

También ha participado la escritora Carolina Sanín, quien compartió algunos fragmentos de su libro Los niños, novela que explora los límites de la intimidad y hace una reflexión sobre la feminidad, la maternidad y el abandono. Tener la posibilidad de que el autor comparta un tiempo con los lectores es algo que los motiva a seguir asistiendo a las tertulias literarias en dos ruedas.

El escritor Andrés Arias también ha rodado y ha compartido su experiencia de escribir las historias de Bogotá, Su novela Tú, que deliras habla de una mujer de los años 30, extravagante pero brillante, envuelta en los escándalos de la alta sociedad santafereña y con una vida corta pero llena de pasión. Esta novela fue una de las primeras que leyeron hace algunos meses y logró enamorar a más de uno, los convenció de seguir en esta nueva aventura de pedalear y leer.

En un país donde siempre hemos endiosado todo lo que viene de afuera, desde las producciones audiovisuales, la música y la literatura, es muy alentador ver la forma en la que este colectivo de ciclolectores estimula la lectura de autores locales, que a veces se pierden entre bibliotecas abandonadas y no logran la difusión que realmente merecen.

La reconstrucción de la memoria es uno de los elementos que más tienen en cuenta los miembros de este grupo a la hora de elegir un libro. Han recorrido las coloniales calles de la histórica localidad de La Candelaria, donde se han vivido los episodios más trágicos en la historia de la capital, han estado en Chapinero, donde han seguido de cerca la vida de sus primeros habitantes, además de las tragedias que se han presentado.

Una de las que más recuerdan fue cuando leyeron Satanás, de Mario Mendoza, con esta obra revivieron la masacre que hubo hace un par de años en el restaurante Pozzetto. También han rodado por las calles de Usaquén, donde han vivido personajes ilustres que enmarcan la cotidianidad vivida por los habitantes de Bogotá de las últimas décadas. Han rodado de sur a norte y de oriente a occidente, siempre en la búsqueda insaciable de nuevas historias y nuevos personajes.

Este club de la lectura sobre ruedas se ha encargado de reunir todo tipo de obras para el deleite de grandes y pequeños, no se necesita ninguna condición especial ni ser un especialista en literatura para hacer parte de esta comunidad, sólo tener gusto por la bicicleta y una pasión por las letras.

Muchas personas han llegado a Cicloreaders únicamente por experimentar una nueva forma de consumir literatura, otras porque disfrutan de un buen paseo en bicicleta con más personas, pero lo interesante es que han descubierto el placer de rodar y leer. Estos dos elementos se han compaginado tanto que cada vez son más los encuentros para vivir una nueva novela, una nueva historia.

Ha sido tan grande la acogida de este nuevo concepto de literatura sobre ruedas, que ya se está implementando en ciudades como Medellín, Barranquilla y Cali. Debe ser exquisito andar en bicicleta mientras se leen un par de líneas de Fernando Vallejo, Gabriel García Márquez o Andrés Caicedo, así como descubrir nuevos autores que tienen miradas insólitas y nuevas de las ciudades en las que viven.

Estas nuevas formas de lectura le han dado un aliento a la situación de la literatura en el país, ya que cada vez las personas leen menos y desperdician su tiempo en cosas que no tienen sentido, como el internet, ese parásito que se ha encargado de convertir a las nuevas generaciones en seres no pensantes, dependientes de la tecnología e incapaces de razonar y de tener un sentido crítico. Cicloreaders es una comunidad que mezcla lo mejor de dos mundos para crear uno mejor, uno fántastico, uno surreal a veces, uno en el que cualquiera puede apropiarse de una historia y sentirla en carne y hueso… y ruedas.

Para mí, uno de los mejores momentos para leer es justo cuando llego de montar bicicleta o cuando llevo un libro a rodar y lo devoro en un parque o en una cafetería. ¡Qué bueno saber que ahora cuento con un grupo de personas que comparten esta pasión de rodar por la vida, adictas a las palabras, a las historias!

Cicloreaders más que una comunidad, es una familia, un lugar donde podemos compartir nuestras perspectivas sobre esta jungla de cemento, que cada día se reescribe, huele a letras y espera por ser leída.

A partir de ahora, tenemos una nueva palabra en nuestro vocabulario: ¡Es hora de pedaleer!


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